La ciudad de Assur se hallaba situada sobre un promontorio de roca caliza, a la margen derecha del río Tigris, entre los dos ríos Zab. Las paredes rocosas, a veces muy escarpadas, llegaban a alcanzar los 25 metros de alto mientras que al oeste se extendían las amplias estepas de Jerizah y al norte y al sur la tierra del valle era fértil y adecuada para el cultivo. No era un emplazamiento que se pareciera mucho al valle del Éufrates, donde no había emplazamientos rocosos pero era relativamente seguro y fácil de defender. No es difícil deducir que Assur había sido construida en un punto estratégico, clave a la hora de cruzar los montes Zagros hacia las llanuras persas.
Los asirios nunca desarrollaron una agricultura hidráulica como en el valle del Éufrates, dado que la construcción de canales requería grandes esfuerzos e inversiones que no siempre valían la pena debido a las condiciones del terreno y por ello quizá la lluvia poseía una importancia más capital.El territorio de la Asiria primitiva se extendía por el curso medio del Tigris.
De la antigua capital sagrada de los asirios sólo quedan unas cuentas ruinas en la región que queda al norte de la que fue, según los historiadores, la cuna de la civilización, Mesopotamia, la tierra comprendida entre los ríos Tigris y Éufrates. Toda esa región que abarca desde el Golfo Pérsico al Este al mar mediterráneo al oeste fue un verdadero crisol de culturas durante milenios…y lo sigue siendo. Ahí todavía quedan ciudades arcaicas por descubrir, de un tiempo en el que ni siquiera existía el concepto de la “Gloriosa” Roma, sepultadas por la arena y la tierra de siglos e, incluso de otras ciudades antiguas y modernas. Quizá porque fue una región que nunca dejó de ser habitada, desde los neandertales que vivían en la cueva de Shanidar a ese país que un buen(mal)día la Nación Más Poderosa de Nuestro Tiempo decidió salvarlo de su ególatra dictador.
Para llegar al conocimiento de esas antiguas urbes se precisa el trabajo de los arqueólogos (que no son esos a los que persigue la maldición de Tutankamón como en las películas en blanco y negro de momias con vendajes perfectos, como si fuera recién vendada en un hospital moderno) sino que son especialistas en estudiar la historia a través de los restos (en muchas ocasiones demasiado escasos). En fin, yo imagino que muchas de las leyendas urbanas en torno a los arqueólogos y su profesión se deben a que muchos se dedican a excavar tumbas y en torno a la muerte siempre se crean oda clase de mitos. Lo que no sé si realmente es necesario abrir tantas tumbas antiguas porque una vez que se conoce los modos de enterramiento de una civilización, ¿para qué seguir desenterrando tumbas? ¿Van a aportar realmente nuevos conocimientos? Cada profesional en este campo tendrá sus motivos personales para actuar de una o de otra manera y que tendrán su propio código ético profesional.
De todas formas, sobre todo en los inicios de la arqueología, cuando estos eran casi una especie de héroes, visión sobre la cultura que estudian, en muchos casos es partidista, como en el caso del señor Walter Andrae, quien llevó las excavaciones del yacimiento de Qalat Shergat, ( obsequio del sultán otomano al káiser alemán) entre 1903 y 1913 después de que Robert Kolderwey examinara el asunto y le entregase las llaves de la excavación ( por expresarlo de alguna manera) Por lo poco que he leído sobre W. Andrae ( en internet encontré un retrato suyo- al menos eso decía porque en la red la información no siempre es veraz- y yo le encuentro un aire a lo Lord Byron) puedo suponer que era un buen, quizá hasta excelente, arqueólogo para la época; era metódico y en poco tiempo se rodeó de un equipo de arquitectos expertos, porque en esa época se buscaba encontrar las ruinas de los grandes palacios, templos y otros edificios emblemáticos.
Pero el descubrimiento de este yacimiento se produjo algunas décadas atrás, a mediados del siglo XIX.
En 1821 Claudius James Rich, cónsul británico en Bagdad descubrió el yacimiento de Qalat Shergat, llegando incluso a publicar un estudio sobre el hallazgo. Pero no se le concedió demasiada importancia porque no eran restos de la antigüedad clásica. (Ahora eso ha cambiado pero todo historiador tiene su talón de Aquiles)Así transcurrieron casi veinte años, hasta que en 1840 el yacimiento fue visitado por Austen Layard y por Hormund Rassam pero no he podido averiguar qué hicieron en su visita y estoy intrigada, sea lo que fuere tardaron otros siete años en regresar, por lo cual deduzco que el yacimiento no les llamaba excesivamente la atención. Por eso creo que el descubrimiento de la efigie de Salmanasar III sentado en su trono y cubierto de escritura cuneiforme se debió más a la pura suerte o a la casualidad que a un trabajo concienciado.
En 1849 los trabajadores de Rassam encontraron el prisma de arcilla del rey Tiglat Pileser I. y en 1873 descubrió un documento Adad Nirari I en el que se describía sus obras como constructor de Templos.
1/2/10
Assur, capital de los asirios
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