No sé si aquellas épocas de las que nos hablaba Martín Almagro Basch, Pedre Bosch i Guímpera o el mismo Florentino López Cuevillas sobre el "modus operandi" en las viviendas de los Oestrimnios en Galicia, eran comparables con la mentalidad de los ferrolanos actuales. Tal vez esa nueva tendencia femenina donde los pechos de las mujeres son capaces de enamorar los falos masculinos, quede anticuada para citada época, pero al estilo Arturo Pérez Reverte hoy las mujeres enseñan los pechos para conquistar pirolas, mientras que en aquella época ambos usaban pieles y cubrían estas partes del cuerpo para protegerse del frío.
Para aquellos pueblos de los Sefes y Oestrimnios que dieron lugar a la cultura castrexa de la Edad del Bronce, la sabiduría y la fuerza eran los cauces habituales que con el paso de los siglos nos han hecho perder el espíritu de supervivencia y civilizado a niveles tan vulgares que implican un retroceso en el tiempo. De todas formas hemos llegado a la actualidad con los restos de aquellas gentes que todavía en limitados lugares conserva su paraje natural. Robledales cargados de bellotas o como aquí los conocemos, carballos cargados de landras, en lugares húmedos cerca de ríos, mares o montañas.
Uno de los últimos castros que nos quedaba por cubrir en esta ciudad, se encuentra dentro de los territorios del propio ayuntamiento, a escasos kilómetros del centro en la parroquia de Mandiá. Un lugar llamado La Fraga limitado por el río Sardina y Menáncaro en la misma parroquia de Santa Eugenia de Mandiá, contiene un espacio aislado de eucaliptos llenos de estos árboles propios de Galicia, los robles.
Os Castros tiene dos puntos de llegada. El primero es a través de la carretera Ferrol-Cobas y a la altura de la iglesia de Chamorro, tras pasar la curva existe un desvío a mano derecha que nos indicará tres nombres, uno de ellos es Mandiá. Seguimos por él hasta llegar al cruce, antes del estanco, por donde llega el otro acceso que proviene del molino y el colegio público de Pazos. Hay que continuar hasta el transformador y allí veremos un cartel donde pone La Fraga.
Al final de él llegaremos a un riachuelo que pertenece al río de la Sardina, ya estamos cerca. Siempre a mano derecha subiremos una cuesta en curva asfaltada y al llegar a su media circunferencia es momento de dejar el transporte y seguir a pie. Un camino a la derecha paralelo al río nos hará pasear hasta un cruce de caminos forestales que se encuentra antes de los caballos. Ese mismo camino sigue recto por todo el río y el otro sube. Esa esquina del rectángulo nos da el encuadramiento del castro.
La forma fácil es subir por ese camino y el primer desvío a la derecha, a través de una angosta pista llegaremos al muro central de más de 6 metros de altura hecho de piedras y barro. Está cubierto por gruesos troncos y silvas, aunque existan espacios llanos con hojas.
La forma difícil es hacer la diagonal y nos encontraremos el primer muro defensivo, más débil y de menor altura. Al final llegaremos a la misma zona pero tendremos un camino más ancho al final. La parte derecha de citado camino nos dará acceso al foso principal y si continuamos rodearemos el centro.
Esta parte de la derecha es la zona de viviendas y entrada principal. Está contenida por una serie de muros concéntricos aunque la elevada pendiente de este castro de loma, es un elemento defensivo natural que hace que los muros no contengan un grosor considerable por esta zona, pero dificulta su acceso la maleza, los árboles y otros inconvenientes.
Os Castros tiene una altitud de 76 metros por encima del nivel del mar, aunque su extensión es amplia, la parte central contiene los muros de mayor elevación y luego una llanura de helechos.
Unos 90 metros cuadrados casi circulares salvo por la otra banda que es lineal con menos humedad y menor cantidad de musgo. La naturaleza es un obstáculo que evita su visita, aún así podremos disfrutar de un paraje inhóspito y de los pocos que quedan en Ferrol.