14/5/16
Museo etnográfico textil (Plasencia)
El Museo Etnográfico Textil Pérez Enciso de Plasencia se encuentra dentro del Complejo Cultural Santa María, antiguo hospital del mismo nombre, fundado por Doña Engracia de Monroy en 1300 y situado en el centro urbano histórico placentino. Debido a las graves confrontaciones entre los linajes nobles durante este siglo, en 1406 se hace cargo del hospital el Obispado de Plasencia que, durante los siglos XVI y XVII, lo mejora y amplia.
Tras la desamortización de Mendizábal, en 1848, continúa su labor hospitalaria bajo la gestión de la Diputación de Cáceres, de quien todavía depende. A partir de 1985 la corporación provincial reconvierte el edificio en Centro Cultural, ubicando en él el Conservatorio de Música García Matos, la Escuela de Arte Rodrigo Alemán y la de Danza.
El museo ocupa la zona correspondiente a la ampliación realizada en el siglo XVIII. La rehabilitación, respetando las magníficas bóvedas de arista de ladrillo visto que cubren sus salas, han introducido nuevos materiales y modernizado los espacios, adecuándolos al uso museístico. En 1989, se inaugura el Museo Etnográfico Textil, el primero de este género en la Comunidad de Extremadura. Al adquirir la colección y ponerla a disfrute del público en este museo, la Diputación quiere contribuir a la conservación y puesta en valor del patrimonio etnográfico extremeño y rendir un homenaje a la sabiduría popular por su importante contribución al enriquecimiento cultural de la región.
El Museo exhibe un variado conjunto de objetos etnográficos, reflejo de formas de vida tradicionales convirtiéndose en el intermediario entre los saberes, costumbres y usos de épocas anteriores y las actuales y, por ello, en espacio para la concienciación ciudadana en cuanto a su patrimonio, sus raíces y sus señas de identidad. Es también un centro de educación de primer orden, contando con un grupo de voluntarios culturales que, de forma desinteresada, realizan visitas guiadas y con fichas didácticas sobre aspectos de la cultura extremeña que se pone a disposición de los profesores y alumnos.
En la actualidad el fondo sobrepasa las 5000 piezas, de las que la mayoría pertenece a la colección adquirida por la Diputación al placentino Pedro Pérez Enciso. Otras, son fruto de donaciones y depósitos temporales de ciudadanos, que con esta acción desinteresada permiten completar la colección y que el museo ofrezca un mejor servicio. Geográficamente, la colección es representativa de una amplia zona, delimitada por Portugal y las cuencas del Tajo y del Duero, que abarca el norte de la provincia de Cáceres y algunas localidades de Ávila, Salamanca y Toledo.
La selección de objetos que se muestra en la Entrada, expresa la sabiduría de nuestros antepasados, su conocimiento del medio y su capacidad de usar materia prima más próxima para satisfacer sus necesidades básicas: barro, madera, materias vegetales o animales… transformados en artefactos de la vida cotidiana.
El Primer Piso se articula en torno al proceso de manufactura del lino y la lana y la utilización de las piezas resultantes en la vida cotidiana y en el traje popular. La provincia de Cáceres, antes de la Revolución Industrial, era conocida por sus manufacturas textiles: de Torrejoncillo, Castejada, Hervás, Torremocha y Peraleda proceden paños ordinarios de lana, mientras que en La Vera, Plasencia, Serradilla, Alía y Berzocana se producen lienzos de lino.
El proceso textil se pone de manifiesto en la Sala I a través de sus útiles más representativos –mazas, cardadoras, ruecas, husos, devanaderas, telar-, y su uso en la manufactura de piezas textiles como mantas, alforjas, costales, tapijos, chambras, útiles en las tareas agrícolas y ganaderas, documentadas por aperos de labranza para el cultivo de cereales y forraje –guadañas, hoces y zoquetas, palas, liendros o bieldos, horcas-, pro utensilios de peso y medida –fanegas y celemines, balanzas y romanas- y los de transformación del cereal en pan y dulces (bregadora, sellos de pan, petiñera). La vida pastoril se refleja en la camisola, zurrón, cayao, etc., destacando los zahones de cuero, realizados en Malpartida de Plasencia, de amplia tradición en este tipo de trabajo.
La cama de visitas, con sus mantas picadas y ricos frontales, ocupa un lugar especial en el ámbito doméstico, junto con arcas y baúles de madera, la alfombra y la cuna de corcho, fotografías familiares, vasijas de alfarería y cerámica (de Talavera, Puente del Arzobispo y Alcora) y cacharros de cobre de Guadalupe.
La Sala II se dedica a la indumentaria típica cacereña. Los trajes de Montehermoso, Cabezabellosa y Torrejoncillo, son buena muestra de la personalidad y diversidad de los trajes tradicionales cacereños.
Dentro del femenino, se muestran faldas –mantilla, guardapiés, saya o refajo- de distintas hechuras y decoraciones, jubones, faldriqueras, cintas sígueme pollo, delantales. Los grandes pañuelos –de gajos, de cien colores, de tres cenefas, de ocho puntas o de palma- los mantones de Manila y esclavina o dengue para el talle. Para la cabeza, un pañuelo estampado y colorista, la ceremonial cobija de terciopelo negro o la gorra de centeno, para el trabajo en el campo, que sólo ha perdurado en Montehermoso. De plata sobredorada de Torrejoncillo y Ceclavín, es el aderezo formado por el collar de cuentas esféricas con colgante –pingayo, tembladera, galápago, venera- y los pendientes: zarcillos, verguetas, chozos, arracadas. Del traje masculino: camisa de lino blanco, calzón, chaleco de paño negro, faja de paño fino, pañuelos de algodón y limosneras. Para atar el calzón, chías y alzapones de seda verde o morada. Medias blancas y coloristas botas de cuero. Para la cabeza sombreros de fieltro y formas distintas (chambergo, calañés, Pedro Bernardo, cordobés…) según la zona.
El Piso Segundo, se dedica al lino y a la seda. En la Sala III se muestra el ajuar casero de lino. El ajuar ritual, está formado por prendas específicas para las celebraciones que se realizan en torno a los ritos de tránsito más habituales: bautizo, boda y muerte.
El ajuar novial, ejecutado por la propia novia, se compone de la ropa casera de aseo –toallas, paños de manos, barberas y chiquinus-, de cama –cobertores, colchas, juegos de cama y frontales-, de mesa y de uso personal: camisas noviales y galanas, enaguas, camisones y gorgueras.
La novia entregaba a su prometido la barbera, el chiquínu y la camisa novial que el novio deberá estrenar el día de la boda.
La mujer cacereña decora estas prendas con variedad de motivos y técnicas: deshilados, en sábanas, toallas y camisas, bordados y encajes, haciendo gala de gran imaginación creativa y habilidad técnica así como de un innegable sentido estético al ejecutarlos habitualmente en blanco sobre blanco.
Un lugar importante ocupa la colección de Encajes.
De aguja: los magníficos soles del Casar, los realizados a ganchillo o a punto de media, o los encajes de malla y el denominado frivolité, realizados con una lanzadera.
De bolillos, que utilizan palillos sobre una almohada o mundillo, fueron en la Sierra de Gata y, sobre todo, en Acebo.
El anudado, como el macramé, se realiza a mano y es propio de los flecos, con los que se suelen rematar las toallas y paños de manos.
La Sala IV se ocupa del textil erudito. Prendas en hilo fino, damasco, brocado y raso de seda, terciopelo o encajes de oro y plata, decorados con exquisitas técnicas, que no fueron realizados por ni para el pueblo, sino en talleres profesionales para uso cortesano y eclesiástico.
De sedas y ricos encajes metálicos se confeccionaban los paños litúrgicos de la celebración eucarística –Palias e hijuelas, bolsa de corporales, paños de Cáliz y de Copón- y de otras ceremonias como manga de cruz, humeral y palio. También los ornamentales litúrgicos (frontales de altar y de púlpito, vestidos de vírgenes y santos) y la indumentaria ceremonial –capa pluvial, casulla, dalmática, estola, cíngulo, collarín y manípulo-.
Entre ellos cabe destacar los fragmentos del Pontifical de Fernando VI, realizados en el siglo XVIII en el taller real de Antonio Gómez de los Ríos.
La indumentaria litúrgica –albas, roquetes y amitos- y los paños sagrados –paños de altar, purificadores, corporales, toallas- se realizan de hilo fino con delicados bordados y anchas bandas de encajes de temas simbólicos y ejecutados en talleres conventuales.
Dentro de las prendas de uso civil y cortesano, destaca la Mantilla de la Rendición de Granada –escena bordada sobre fino tul granadino que copia el cuadro de Pradilla, ganador de la Medalla Nacional en 1882-. La Camisa femenina cortesana -fechada en el XVI y realizada en hilo de Holanda muy fino- se engalana en escote, sisa y manga con borados de motivos florales de influencia morisca, en hilos de seda verde y oro.
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