6/2/17

Teorizando sobre el arte

   Me han pedido que escriba un artículo sobre arte. Confieso mi ignorancia. Mi conocimiento –como el de la mayoría de la gente, supongo- se reduce a identificar como arte aquello que me transmite algún tipo de emoción, ya que soy incapaz de construir por mí mismo una obra similar. Desde este punto de vista, pues, el arte está directamente relacionado con mi admiración o la búsqueda de placer al identificarlo. Quizá parezca que, de alguna manera, busco arte con una perspectiva “onanista”.

   Bien, para quedarme tranquilo con mi conciencia, me he preocupado de consultar distintas definiciones de arte y, naturalmente, he topado con la filosofía (que, para mí, aunque no esté clasificada como tal, también entraría dentro de la creación artística). Desde la antigüedad clásica –Aristóteles, Platón, Protágoras y Quintiliano-, hasta las teorías más actuales, como la formatividad, desarrollada por Pareyson y Umberto Eco, entre otros; y pasando por el Renacimiento, el manierismo o el pragmatismo, todas coinciden en la intención del arte de conmover, de turbar nuestras conciencias en la búsqueda de lo bello, de lo perfecto, de acercarnos a lo espiritual de alguna manera. Para algunos es destreza, para otros es talento o imaginación, pero al fin y al cabo son definiciones con distintas palabras encaminadas al mismo fin.

   Así que yo me pregunto también qué es el arte. Y me turbo, y creo que también es un concepto muy prostituido. Existe una clasificación, pero también hablamos del arte culinario, el arte del amor…, e incluso uno de mis libros de cabecera es El arte de la guerra, de Sun Tzu. Por ejemplo, leyendo ayer la edición smart de la revista mensual JOT DOWN (la cual les recomiendo fervientemente), había una larga e interesantísima entrevista al torero Alejandro Talavante que me dio mucho que pensar, en plena batalla sobre la desaparición o no de la tauromaquia. ¿Es el toreo un arte? Dejemos a un lado los argumentos morales y animalistas por un momento, por favor. Lo cual no implica que los adquiramos después para justificar la prohibición de los festejos taurinos. Si nos atenemos a que un torero debe adquirir una destreza específica y muy distinta a la de otras disciplinas más comunes, podría ser considerado un arte, pero no más que, por ejemplo, la fontanería. Si añadimos que es capaz de conmover y emocionar, tendremos que reconocerlo como disciplina artística; sin embargo, no todas las faenas logran la brillantez deseada (lo mismo que no todo el que pinta lo hace bien), y se convierten más bien en cruentos espectáculos, por no decir, auténticas carnicerías. En tercer lugar, deberíamos tener en cuenta que grandes artistas, intelectuales y filósofos –especialmente de la primera mitad del siglo XX- han considerado la figura del toro y su lidia como fuente de inspiración para su obra. José Bergamín escribió El arte de birlibirloque, precisamente en su defensa. Yo no voy a aclarar si soy antitaurino o no, pues no creo que en un artículo de divulgación deba entrar en cuestiones morales particulares; simplemente lanzo el tema al debate. A fin de cuentas, conozco gente que considera arte el fútbol, el boxeo, la equitación o la papiroflexia. Yo también busco conmover, pero no me considero un artista.







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