12/8/17
Museo arqueológico e histórico (La Coruña)
Hoy con tarifa reducida por ser prensa visitamos el museo arqueológico e histórico, actualmente de titularidad municipal, que está instalado en el Castillo de San Antón, fortaleza construida en una isla de la bahía de La Coruña capital (La peña Grande) que había servido antes como lazareto para cuarentena de quienes llegaban por mar para curar la enfermedad conocida como “fuego de San Antón”, santo al que se dedicaba la capilla erguida en la isla.
El enlace con tierra, ya pensado en el siglo XVI y proyectado en el XVIII, no se realiza hasta mediados del XX. Antes de esto, existía un servicio de botes entre el embarcadero del Castillo y la puerta de San Miguel de las murallas de la ciudad.
En 1958 el Ministerio del Ejército permutó el edificio con el ayuntamiento de La Coruña. Se destinó en 1964 a museo inaugurado en 1968. En él se conservan piezas de la prehistoria y de la historia relacionadas con la ciudad y con Galicia. La exposición consta de tres secciones: arte religioso y funerario medieval y heráldica (Patio de armas), arqueología y prehistoria (Planta baja de la Casa del Gobernador) e historia de la ciudad (Planta alta de la Casa del Gobernador). La visita se contempla con el recorrido simultáneo por la arquitectura del castillo, explicada en paneles de vidrio colocados a lo largo del recorrido.
La antigua Casa de Bote, convertida hoy en biblioteca especializada y sala de trabajo, el embarcadero y la Batería Baja, son el punto de partida de la visita.
La puerta principal, con tres escudos del siglo XVI y una inscripción alusiva a la edificación del castillo, da paso al Patio de Armas a través de un corredor abovedado. Con la transformación del castillo en museo en los años 60 del siglo pasado, las pequeñas estancias del patio, que fueran en su tiempo habitaciones de los soldados, pasaron a ser casamatas abiertas que albergaban esculturas, reflejo de las creencias y la sociedad de la época bajo medieval.
Las esculturas procedentes de las iglesias patrocinadas por la poderosa casa nobiliaria de los Andrade, como la antigua portada o la acrótera con jabalí del monasterio de Montefaro, dan paso a notables obras artísticas como el tímpano de la Adoración de los Reyes Magos del Convento de Santo Domingo o la imagen de Santiago Peregrino de la iglesia de Santo Tomás, ambas de La Coruña.
Los siguientes espacios exponen laudas funerarias encontradas en la iglesia de las órdenes mendicantes de la ciudad, con una mayor representación de nobles (Ellos con armadura, ellas con vestido talar y peinado en rollo) en la iglesia de Santo Domingo, y de frailes, cofrades y artesanos en la de San Francisco.
Termina la serie con escudos de la edad Moderna, entre los que destaca el que presidía una de las puertas de la muralla exterior de la ciudad, que iba por la actual calle de Juana de Vega, con la Torre de Hércules rodeada de vieiras y encima de la cabeza de Gerión. Relacionada con la Torre está también la inscripción conmemorativa de las obras realizadas en ella por el Duque de Uceda en el siglo XVII, que fue conservada por el ilustrado coruñés José Cornide.
Este espacio fue originalmente destinado a cuartel para albergar la tropa de la fortaleza, incluyendo las cocinas. Hoy contiene la sección arqueológica, con un recorrido que nos guía retrospectivamente desde La Coruña romana a los más remotos tiempos del paleolítico en Galicia.
Los fragmentos de ánforas (Recipientes usados para el transporte) fabricadas en Túnez, Cádiz y la zona de Nápoles, así como de vajillas domésticas de la misma procedencia, hablan de la posible existencia en la ciudad de un núcleo habitado muy antiguo, con contactos comerciales con el Mediterráneo ya entre los siglos III y I a.c.
En la segunda mitad del siglo I a.c. se produce un importante desarrollo. Los distintos tipos de cerámica, entre los que destaca la terra sigiyata, pesos de telar o de red, dados, fichas de juego, broches y colgantes, así como enterramientos en urna y lápidas y estelas con inscripciones funerarias y altares a dioses, indican la existencia de un asentamiento plenamente romanizado.
También en la segunda mitad de siglo I a.c. se construye la Torre de Hércules, el faro erguido en un punto crucial de ruta atlántica que unía Roma con las islas Británicas. Se convierte en fortaleza en la edad media y a finales del siglo XVIII se reforma definitivamente adquiriendo su configuración actual. Las excavaciones arqueológicas sacaron a la luz los cimientos, materiales romanos y medievales, y la confirmación de la existencia del muro exterior alrededor de la rampa de subida, de época romana, fuera del núcleo urbano se situaba una villa, en el actual Catón Grande, con unas estructuras arquitectónicas y pinturas murales muy características de estos establecimientos.
Los asentamientos más frecuentes en el ámbito rural y costero de la Galicia romana son las mansiones, propiedad de patricios enriquecidos, con dedicación agropecuaria o marinera y residencial, denominadas Villae. Los materiales arqueológicos procedentes de las del Cantón Grande coruñés, noville (Mugardos), Centroña (Puentedeume), Eirexa Vella (Bares) o Maraime (Muxía) son custodiados en este museo. Características de estas edificaciones son las pinturas, los mosaicos, estucos, ladrillos refractarios procedentes de hipocaustos y las tegulae (Tejas planas) e imbrices (Tejas curvas) de sus cubiertas.
De la necrópolis de La Coruña provienen urnas de incineración señalas con estelas y placas con epitafios y nombres romanos que indicaban la existencia de edificios funerarios, característicos del mundo urbano. A partir de los siglos III-IV d.c. la incineración la va sustituyendo por la inhumación en sepulturas hechas con tegulae, como las encontradas en la calle Real en un proceso inverso al que vivimos en la actualidad.
Los Galaico-Romanos del mundo rural incineraban e inhumaban a los muertos y levantaban en su memoria estelas como las de Mazarelas (Oza dos Ríos) o Tines (Vimianzo).
En La Coruña y otros lugares muy romanizados aparecen basas de estatuas de emperadores y altarcitos o aras dedicadas a dioses romanos relacionadas con el mar o el ejército (Neptuno, Fortuna). Las aras del campamento de Cidadela fueron dedicadas por cargos militares bien definidos: un signifer (Porta estandartes) y un optio (Equivalente a un teniente).
La unidad económica del imperio romano hizo necesaria una red comercial entre sus muy distantes territorios. Piezas recuperadas de los fondos marinos como cepos de anclas o ánforas de transporte de alimentos (Vino, salazón y aceite), confirman estas relaciones entre el ámbito mediterráneo y atlántico por vía marítima.
El control militar del territorio coruñés se ejercía desde el campamento romano de Ciadella o Ciudadela, en Sobrado (La Coruña), sede de la Cohors I Celtiberorum (unidad militar dependiente de la Legio VII Germina, asentada en León), que vigilaba la vía que comunicaba Brigamtium con Lucus Augusti, capital del convento jurídico en el que se integraba la antigua Coruña.
Cuando era posible, Roma establecía tratados de paz con los pueblos indígenas. Un ejemplo de estos pactos es la Tábula Lougeiorum, que recoje en una tabla de bronce, un acuerdo entre un representante de Roma la comunidad ástur de los Lougei.
Las conquista del territorio en el siglo I antes de cristo y su integración en el imperio romano aceleró el proceso de asimilación gradual del mundo galaico, que ya habían abierto los contactos marítimos entre Roma y las comunidades que habitaban los castros de la costa y de las vías fluviales.
Los castros son poblados fortificados, situados habitualmente en elevaciones o en pequeñas penínsulas al lado del mar. Sus edificaciones domésticas se construían en piedra o en barro y paja, con formas que van del círculo al rectángulo adquiriendo mayor complejidad y organización espacial a medida que la sociedad galaica se desarrollaba en el camino de la urbanización durante la edad del hierro a lo largo del primer milenio antes de cristo.
En la ciudad de La Coruña se encuentra el Castro de Elviña, habitado por los ártabros o arrotrebas, pueblo de los galaicos. Los materiales recuperados en las diferentes excavaciones (Cerámicas, restos metalúrgicos, cuentas de collar…) muestran la evolución del castro desde, por lo menos, el siglo III a.c. hasta el siglo VI d.c.
De él procede uno de los conjuntos más conocidos de la orfebrería prehistórica, el tesoro de Elviña, formado por un collar articulado de trece cuentas con un colgante, una gargantilla y una diadema cinturón.
Las producciones cerámicas y metalúrgicas (Que ahora incluye el hierro además del bronce o el cobre), los dioses indígenas (Lugoves, Cosou), los elementos litúrgicos (Hacha de Cariño) y la sofisticada orfebrería (Arrancada de Baroña o los torques de San Lourenzo Pastor, Obellido o Xanceda), definen la singularidad de la cultura castreña del Noroeste.
El período anterior, la Edad del Bronce, abarca el II milenio a.c. Su final, hace unos 3.000 años, coincide con una intensa producción de hachas de bronce ternario (cobre + estaño + plomo) que habitualmente se encuentran amontonadas en grupos y no suelen ser aptas para el trabajo por ser demasiado blandas, con lo que se le suponen funciones de lingotes o monedas. De este momento son las lanzas (laguna de Alcaián), las espadas pistiliformes (O Burgo, Culleredo) y en lengua de carpa (Leiro, Rianxo) o el casco de oro.
Más antiguas son las hachas de bronce (cobre + estaño) de filo curvo, tipo Barcelos, y sobre todo las primitivas trapezoidales, elaboradas en cobre puro. Del mismo metal son las más antiguas armas, como las del conjunto de Leiro, con alabarda y puñales de espigo, u otras que aparecen, junto con puntas de flecha tipo Palmela, brazales de arquero y vasos tipo florero, en las pequeñas tumbas individuales a las que llamamos astas, algunas decoradas como la de La Insua (Borneiro, Cabana de Bergantiños). Contemporáneos de esta primera fase del Bronce Inicial/Calcolítico, en torno al 2500-2000 a.c., son los grabados rupestres conocidos como petroglifos y el precioso conjunto de gargantilla y diadema encontrado en Cícere (Santa Comba).
Las mazas de combate y los grandes objetos líticos pulidos (cinceles, hojas de azada) marcan el tránsito a esta etapa bélica después de la descomposición de la anterior sociedad constructora de megalitos.
La sedentarización, la práctica de la agricultura, la domesticación de animales, la cerámica, los útiles de piedra pulida y los textiles son innovaciones de este período anterior al trabajo del metal. En la Galicia de esta época, destaca la edificación de mamoas o pequeños túmulos que generalmente contienen una edificación en el interior hecha con grandes piedras (megalito o dolmen), construidas y usadas durante una larga etapa, del IV al II milenio a.c. Estos monumentos funerarios colectivos, que funcionaban también como lugares ceremoniales, marcadores territoriales e identificadores de grupo, se podían decorar con grabados y pinturas y albergaban ídolos y ajuares con cerámica, objetos simbólicos y de adorno, o artefactos líticos como puntas de flecha o hachas pulidas, omnipresentes herramientas características de este momento neolítico. El Dolmen de Dombate ya cubierto por este portal (Cabana de Bergantiños) o la Mina de Parxubeira (Mazaricos), son los ejemplos presentados en las vitrinas.
De los más remotos tiempos, anteriores a la agricultura, se encontraron en El Reiro (Arteixo) pequeñas herramientas mesolítícas talladas en cuarzo. Más antiguos son los bifaces y los cantos tallados del paleolítico inferior, como los encontrados la desembocadura del río Miño.
En la rampa que une las dos plantas del Castillo se exhibe la Borna, embarcación experimental realizada en 1974 con cuero y mimbre, en el seno de un estudio sobre las relaciones atlánticas entre Galicia y las Islas Británicas en la Prehistoria. También en la rampa, una puerta y unas escaleras dan acceso a la cisterna o pozo (en las fotos), excavada en la roca y cubierta con bóvedas de cantería, que abastecía al castillo con el agua de la lluvia, por medio de un canal de la fachada posterior de la casa del Gobernador.
En el patio superior podemos ver un faro, un pozo que se comunica con el aljibe o las garitas de vigilancia. En el jardín del baluarte, están reconstruidos dos tipos de enterramientos: una tumba infantil de lajas de la necrópolis romana coruñesa y la Cista de Taraio, de la Edad del Bronce Inicial. También se muestra el petroglifo, probablemente medieval como el existente en Punta Herminia, salvado de su destrucción mediante su traslado desde el Polvorín de Monte Alto, próximo a la Torre de Hércules. En la terraza de la Casa del Gobernador, a la que se accede por una escalera de caracol, se expone un mural cerámico con episodios y leyendas ligadas a la historia de la ciudad herculina.
En la Casa do Gobernador se recogen algunas pinceladas de diferentes episodios de la historia de la ciudad y de Galicia.
La cartografía histórica cuenta con una muestra excepcional: la Carta Geométrica de Galicia realizada por el Dr. Domingo Fontán, terminada y presentada a la Reina Gobernadora María Cristina en 1834, aunque no fue publicada hasta 1845 en París. Esta carta supuso un gran avance en la cartografía tanto gallega como de la Península. La Reina Isabel II acudió a Coruña en 1858 para inaugurar las obras del ferrocarril. De esta visita se conserva la paleta de plata, expuesta en una vitrina junto con otras piezas a modo de recuerdos de personajes de La Coruña del siglo XIX.
A principios de este siglo XIX tuvo lugar la Guerra de la Independencia, en la que la ciudad de La Coruña vivió el episodio de la Batalla de Elviña (1809). De estos momentos se conservan dos Banderas del Batallón de Alarmas, realizadas en lino y con el escudo de Galicia pintado y algunas piezas recuperadas del campo de batalla (sable, bayoneta, munición).
El escudo de La Coruña y el de España están bordados en las dos Banderas de Isabel II, expuestas en esta misma sala junto con el Pendón de la ciudad del siglo XVIII. Es destacable la presencia de la Torre de Hércules en estas banderas, antes y después de la restauración de Giannini a finales del XVIII; en las posteriores llama la atención la manera de destacar la cadena de toma de tierra del pararrayos, con toda probabilidad uno de los primeros de España como corresponde al espíritu ilustrado de La Coruña durante el Siglo de las Luces.
La siguiente sala se dedica al mar, fundamento de la ciudad y motor de su historia. En 1589 la ciudad sufre el asedio de la flota inglesa comandada por Francis Drake, un año después de que las naves de la Armada Invencible recalaran en el puerto coruñés. En este episodio destacó el papel que jugaron las mujeres de la ciudad como ya habíamos mencionado en otras publicaciones, especialmente la heroína María Pita. De esta misma época son los restos recogidos del Pecio del Cabo Cee, principalmente monedas, metralla o un anillo. Varias balas de cañón y un arca de caudales de una embarcación completan la sala.
La visita finaliza en la sacristía y en la pequeña capilla neoclásica, que había sustituido a la anterior de San Antón. En ellas se muestra una variada colección de objetos litúrgicos y religiosos, entre los que destaca la Imagen de la Virgen del Rosario, patrona de la ciudad, o el armario neoclásico procedente de la capilla del cementerio de San Amaro, rematado con un cuadro atribuido al taller de Murillo: La Virgen de la servilleta.
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